¿Qué hacemos con nuestro oncocuerpo?

Recuerdo que lo que más me impactó del libro Mi cuerpo también (1) de la extraordinariamente inteligente Raquel Taranilla fue el término acuñado por ella como “oncocuerpo” para describir: “la carne lechosa, la silueta enjuta y arrasada, la cabeza calva, (que) constituyen los elementos salientes y definitorios del oncocuerpo, término con el que etiqueto aquellos cuerpos que han sido diagnosticados de cáncer y reciben tratamiento clínico para combatirlo”.(2)

Sin duda, literariamente el concepto de oncocuerpo como cuerpo con cáncer es adecuado. Sin embargo, para mi evocó otra realidad, por lo que me voy a permitir utilizar el término de Raquel en otro sentido, el del cuerpo oncológicoel cuerpo que todas y todos tenemos y que es capaz de desarrollar un cáncer,  y que sin embargo, a veces se expresa en forma de cáncer y a veces no.

Nuestro oncocuerpo está constituido por todos esos genes susceptibles de desarrollar cáncer que tod@s portamos.  De hecho, nuestro oncocuerpo está constituido de proto-oncogenes, es decir, genes que una vez activados van a dar lugar a un oncogen, que es un gen anormal o activado que procede de la mutación de un gen normal y que va a dar lugar al desarrollo incontrolado de células malignas. Cada vez conocemos mas de estos oncogenes que reciben nombres tan crípticos como: C-src, erb-Bfos, ki, raf, myc, H-ras, K-ras etc. Nuestro código genético está constituido por veinte o veinticinco mil genes que se regulan mutuamente. (Una muestra entre otras de la prepotencia de la ciencia es que a la parte de los genes de los que no tenemos ni idea de para qué sirven lo llaman ADN basura… ¿suena parecido  a cuando decían que las amígdalas o el apéndice no servían para nada?)

Empezamos a conocer muy bien cuáles son las causas de que aparezcan estas mutaciones, por ejemplo, hace tiempo que se conoce el poder oncológico de algunos virus llamados por ello oncogénicos, de las radiaciones ionizantes (el exceso de radiografías, por ejemplo), de agentes químicos carcinógenos, del tabaco, del alcohol, hidrocarburos aromáticos, anticonceptivos orales, el mismo sol… etc.

A la luz de este conocimiento, lo que debemos plantearnos como individuos es qué podemos hacer para evitar que nuestros proto-oncogenes se conviertan en oncogenes y comiencen a proliferar de forma indiscriminada.  Aunque como dice Raquel “entre la responsabilidad y la culpabilidad hay un camino muy corto" (3),  la realidad es que ser conscientes de la capacidad de nuestro cuerpo de convertirse en oncológico hace que podamos responsabilizarnos de él con más eficacia, tomando decisiones más adecuadas. Desde luego no se trata de tomar medidas agresivas como bien describe Raquel en el siguiente párrafo: “ Salí de la consulta imaginando un mundo hiper obsesionado con la salud y temeroso del cáncer en el que los ciudadanos se someten a Resonancias de rutina, en el que las mujeres se extirpan los pechos para evitar el cáncer de mama, en el que se analiza incluso la carga genética de los embriones… pero nada parece suficiente en la lucha contra la enfermedad. En este mundo de gastos médicos desmesurados y mujeres sin pechos, el descenso de casos de cáncer… no es apenas significativo" (4).

Realmente no creo que haya que estar hiper obsesionad@ y mucho menos que haya que mutilarse para reducir las posibilidades. Sin embargo, sí hay que tomar otras medidas más sencilla y que en el fondo sabemos: no fumar, tomar el sol con consciencia, potenciar nuestro sistema inmune para hacerlo más resistente a las infecciones, evitar tóxicos en la alimentación y en el ambiente etc. etc. Pero, además de este conocimiento, necesitamos del activismo político en el sentido de exigir a nuestr@s dirigentes las medidas adecuadas para limpiar nuestro ambiente de tóxicos, prohibir el uso de sustancias cancerígenas en nuestras vidas en los champús, geles, productos de belleza, alimentos, aire, agua y hasta en los chupetes y mordedores de nuestr@s bebés. Necesitamos comenzar a organizarnos para exigir a nuestros gobiernos que las políticas que apliquen sean para defender nuestra salud en lugar de primar la economía y el dinero.  Así que menos lacitos rosas y más exigir que se aplique el conocimiento y la extensa investigación que ya poseemos sobre cómo y por qué se desarrolla el cáncer. De esta manera podremos hacernos cargo de nuestro oncocuerpo con más eficacia y así, tal vez, comenzarán a declinar las pavorosas cifras de cáncer.



(1)TARANILLA, Raquel: Mi cuerpo también. Ed. Los libros del lince, 2015
Todas las citas pertenecen a este libro.
(2) Pág. 43
(3)  Pág. 28
(4) Pág. 186.