Muy adentrada ya en la edad adulta y con varios títulos universitarios a mi espalda descubrí en un taller cuán grande era mi falta de autoestima. Indagué en el sentimiento que reconocí imbricado profundamente en mi ser y comprendí que el hecho de ser “una mas” en una familia andaluza de clara estructura patriarcal en la que lo masculino era idolatrado, tenía mucho que ver con ello. Trabajar sobre este descubrimiento me ha ayudado a mejorar muchas áreas de mi vida.
La falta de autoestima o la valoración negativa de nuestras características, capacidades y potencial, tiene nombre de mujer. Un estudio de 2016 con cerca de 1 millón de personas, comprobó mayor incidencia entre mujeres en todas las culturas estudiadas, especialmente en occidente. Sin duda entre los factores que mas influyen en esta falta de autoestima está la imposición social de ser bellas, ser tratadas como ciudadanas de segunda y también con la imposibilidad de cumplir objetivos inalcanzables como el de ser supermujeres.
Se considera que una alta autoestima fomenta el bienestar, una conducta pro social, relaciones mas satisfactorias y mejor interrelación en grupos, mientras que la falta de autoestima afecta a la salud, no solo la salud psíquica con: depresión, ansiedad, timidez, anorexia, insomnio, etc, sino que también aumenta la vulnerabilidad a trastornos y enfermedades físicas probablemente con mediación del estrés. Teniendo en cuenta que esta peor autoestima de las mujeres tiene que ver con su forma de socialización, es necesario que comencemos cambiar estos patrones para promover la autonomía y la autoconfianza en nuestras niñas. Reducir el énfasis en la apariencia física, enseñarles a mirarse al espejo sin juzgar su aspecto, apreciarse como seres únicos sin compararse de forma negativa con las demás, sería la forma de fomentar y cuidar la autoestima de las mujeres del futuro y de esta forma garantizarles una vida mas feliz y mas sana.