DE QUÉ HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DE SALUD

“La vida misma es una enfermedad universal, de transmisión sexual y mortal de necesidad. Es preciso disfrutarla plenamente y requiere un equilibrio razonable entre riesgos adecuados e inadecuados” Ptr Skrabanek

   Siempre he echado en falta que la medicina nos aportara una definición de salud con sentido, teniendo en cuenta que, aunque se defina ciencia de la salud, la medicina es solo una ciencia de la enfermedad, y a esta sí que la tiene bien definida, clasificada, subclasificada y (a veces, mal-)tratada.

   También echo de menos, mucho más debate ciudadano sobre lo que significa estar sano o enfermo, sobre lo que es la salud y la enfermedad, sobre lo que nos enferma y nos sana o sobre la relación entre la salud y la calidad de vida.

   Algunas definiciones como la del diccionario: “salud como estado en que un ser u organismo vivo no tiene ninguna lesión ni padece ninguna enfermedad y ejerce con normalidad todas sus funciones” simplemente ni nos resuena ni nos aporta nada. Por su parte la tan denostada definición de la OMS: “El estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de enfermedad” tiene de bueno que por primera vez se trasciende lo físico y se mencionan nuevos aspectos del ser humano que nos pueden llevar a enfermar, aunque por contra esta definición haga creer, por ejemplo, que estar triste por la desaparición de un ser querido es estar enfermo, ya que no se está en completo bienestar mental y probablemente tampoco físico, y quizá explique la tendencia actual de medicalizar la tristeza.

   Me gusta mucho más la definición de Jordi Gol i Gurina: “La salud es aquella manera de vivir que es autónoma, solidaria y gozosa”, (https://ecriteriumes.wordpress.com/tag/jordi-gol/) que introduce un elemento dinámico y subjetivo, además del social. Porque ¿cómo encerrar en un concepto estático algo que está en continua fluctuación, en continuo cambio, al igual que nuestro organismo; algo que no es igual ayer que hoy o mañana; algo que depende de tantos factores, incluido el factor azar sobre el que nuestra buena voluntad no tiene ningún poder (un accidente grave, por ejemplo), como si de una lotería ganada sin apostar se tratase e incluso una lotería que no se gana ni siquiera comprando todas las papeletas (el fumador compulsivo que muere a los 100 años sin efectos secundarios).

   Por eso, hasta ahora, la mejor definición de salud que he encontrado es: aquella situación del cuerpo que permite la mejor posible adaptación a todas las circunstancias externas, entendiendo por cuerpo todas las dimensiones del ser humano y por circunstancias externas todas aquellas que no comprometan irremediablemente la situación de equilibrio del organismo, necesaria e imprescindible para su adaptación. La salud física sería, por ello, la capacidad de la persona de mantener el intercambio con el medio y resolver de la manera más satisfactoria las propuestas que la vida le plantea; y la salud mental representaría un rendimiento óptimo dentro de las capacidades que posee el individuo. Con esta perspectiva no se trata de no sufrir un resfriado, sino de salir de él rápido y sin complicaciones; y sí se trata de llorar a rabiar por un ser querido que desaparece o de "darlo todo" en los buenos momentos. En consonancia con esta descripción, tiene entonces mucho sentido plantearse la existencia de factores de riesgo para enfermar y factores protectores de la salud, y entender que la gracia de la vida es encontrar un equilibrio entre los factores de riesgo y los factores protectores para que los primeros no se acumulen innecesariamente predisponiéndonos a la enfermedad, y los segundos no nos conviertan la vida en algo aburrido y sin chispa. Todo esto, además de darnos poder creativo en nuestra vida, también nos permite valorar en cada momento qué es lo que nos acerca más a la salud, y a través del propio conocimiento, entendernos y comprender cuáles son los factores de riesgo propios, teniendo en cuenta nuestras particulares y únicas condiciones personales.

   Nos encontraríamos, entonces, ante un concepto flexible de salud que se acercaría más al propósito gozoso y solidario de ser cada vez más felices y mejores personas.